El domicilio del gran dramaturgo del Siglo de Oro ya sobrevivió a un intento de demolición en 1858. Por el momento, espera tener al menos la misma suerte que la casa de Aleixandre, que pronto recibirá la consideración de BIP
PABLO SÁNCHEZ GARRIDO
30 de diciembre de 2021
La historia de esta vivienda comienza en pleno Siglo de Oro. Aunque es un dato poco conocido, la casa donde vivió, escribió y murió el inmortal escritor español Pedro Calderón de la Barca se encuentra en la calle Mayor de Madrid, en el actual número 61, antiguo número 4 de la calle de Platerías. Se trata de una casa que el autor de ‘La vida es sueño’ heredó de sus abuelos Diego González de Henao e Inés Riaño, ya que esta última la vinculó testamentariamente al patronato de una capellanía de la cercana iglesia del Salvador con la idea de que la heredase el nieto que siguiera la vocación sacerdotal.
Don Pedro Calderón no apuntaba maneras pues había tenido una juventud un tanto ‘intensa’, y no en términos precisamente espirituales: fue excomulgado en su etapa universitaria, tuvo problemas con la justicia por un homicidio en una reyerta, quebrantó la clausura de un convento, tuvo un hijo natural con una señora desconocida, fue militar en la Guerra de Cataluña y algunos biógrafos apuntan a que incluso fue miembro de los míticos Tercios de Flandes.
La cuestión es que hacia la cincuentena, y mientras proseguía su labor crea- dora, Calderón decidió sentar la cabeza y abrazar el sacerdocio. Hay quien indica que lo hizo, de hecho, para con- seguir la estabilidad económica que le proporcionaría la casa tras un periodo de cierta estrechez, pero quien afirme semejante simpleza poco y mal cono- ce a Calderón y su obra. Y tampoco ha visto la casa. El caso es que un Calderón ya sacerdote tomó como su residencia y su lugar de creación literaria hasta el final de sus días esta humilde casa de la calle Mayor. Se encontraba a escasos metros de la Plaza de la Villa y de la antigua iglesia del Salvador, lugar donde reposaron inicialmente sus restos, y desde donde sus huesos inicia- ron un periplo de seis traslados hasta la iglesia de los Dolores, donde un proyecto de investigación de la Universidad CEU San Pablo continúa la búsqueda paralizada por el COVID entre las paredes del templo. Pero esta es otra historia.
Hay que decir que la vivienda a punto estuvo de ser derribada hacia 1858, pero el escritor Mesonero Romanos –que no pudo salvar la casa de Cervantes pese a la intervención de Fernando VII– se afanó en su defensa a través de una serie de artículos en prensa que llegaron a oídos de la Reina Isabel II, quien tomó cartas en el asunto y consiguió la paralización ‘in extremis’. Algunas narraciones señalan que el escritor llegó a hacer guardia ante la casa y que detuvo personalmente el piquete de demolición (‘El Museo Universal’, 15-X-1858). El caso es que el Ayuntamiento ordenó paralizar la demolición y a instancias de Mesonero Romanos se colocó al año siguiente una placa conmemorativa, demasiado austera a juicio de este escritor y de los comentarios de la época. La placa, que aún puede leerse, decía: «En esta casa vivió y murió D. Pedro Calderón de la Barca». La casa estaba física- mente salvada.
Cuatro alturas
Por error, algunas fuentes indicaron que la casa tenía inicialmente dos alturas y que en el siglo XIX se le añadieron otras dos. Pero Felipe Picatoste demostró en su ‘Homenaje a Calderón’ (1881), con base en documentos de los descendientes de Calderón, que la casa tuvo siempre al menos cuatro alturas. Además, el plano que aportó entonces Picatoste es exacto al que aportaba la inmobiliaria que la ponía en venta en 2021.
Pero, ¿qué fue de sus propietarios? Tras el fallecimiento de Calderón, en 1681, la casa pasó a descendientes de Calderón de la Barca a través de Ana González de Henao –prima del escritor– y su esposo, Ramón Ladrón de Guevara. Desde esta familia fue legada, a través de un sobrino, a la familia Pinel, futuros condes del Asalto, cuyos descendientes poseyeron la casa hasta que fue vendida ante el notario Guillermo Barquín por unos tres millones de pesetas el 10 de diciembre de 1987 en nombre de una sociedad familiar coparticipada, entre otros, por el entonces conde del Asalto y por Luis Morenés –según nos contaba su hija María Antonia Morenés, antes de fallecer unos meses atrás–, así como Eduardo Boix, uno de los compradores y aún propietario.
Mesonero Romanos llegó a hacer guardia frente a la casa de Calderón y logró parar el piquete encargado de su demolición
No obstante, ya desde comienzos del siglo XX la célebre revista cultural ‘La Esfera’ (no 1, 1914) reclamaba que esta casa tuviera su destino lógico: Casa Mu- seo Calderón de la Barca. Decía concretamente la revista que «pudo el Concejo de Madrid (primer obligado a ello) haber comprado la vivienda para transformarla […] en cosa parecida a la que los ingleses han hecho con la de su Shakespeare», convirtiéndose igual- mente en «Meca universal adonde acudieran todos los peregrinos de la belleza». Pero lamentaba la revista que no se hiciera así y que fuese convertida en «vulgarísima casa de vecindad».
PLANO DE LA CASA
En ‘Homenage à Calderón’, 1881, Felipe Picatoste
JOSÉ RAMÓN LADRA
¿Cuál es su situación actual? Desgraciadamente, la misma que siglos atrás. Pero con una diferencia: en 2021 el Centro CEU de Patrimonio Cultural Español, vinculado a la Universidad CEU San Pablo y al proyecto de búsqueda de los restos de Calderón, creó la Beca CEU Calderón de la Barca. La idea era alquilar uno de los inmuebles para que pu- diera residir en él un investigador calderonista y así dar tiempo a que el Ayuntamiento de Madrid pudiera comprar parte del inmueble –aún en venta– e ir avanzando en la reconversión del in- mueble entero en centro cultural y futura Casa Museo. Las instancias municipales de Patrimonio han confirmado días atrás que finalmente no van a poder adquirir esta parte del inmueble, mientras que desde la Comunidad de Madrid señalan dificultades para declararlo Bien de Interés Cultural (BIC) pues- to que no conserva enseres del escritor. A mi juicio, el Ayuntamiento de Madrid –«primer obligado a ello»– debería diseñar un plan de adquisición progresiva y reconversión del inmueble, en colaboración con la Comunidad de Madrid, quien a su vez debería replantearse su negativa, a la luz de la inminente declaración BIP de la (también vacía) casa de Vicente Aleixandre, lo cual constituiría un inadmisible agravio comparativo. Queda apelar al Rey, como Mesonero, o al ministro Iceta.
¿Tendremos en este siglo XXI Casa Museo Calderón de la Barca, o habrá que esperar otro siglo y otros regidores? No quiero ser pesimista, ni aludir a la ya proverbial dejadez española en estas materias, por lo que permítanme concluir con unos puntos suspensivos este capítulo del épico y trágico sainete de la casa de Calderón….