Destacado FHB: «Redescubriendo a Florence Nightingale»
FLORENCE NIGHTINGALE ( Florencia, 1820 – Londres, 1910)
Nacimiento de Florence
Nació en el Gran Ducado de Toscana, el 12 de mayo de 1820. Sus padres, William Edward Nightingale y Frances Nightingale, y su hermana Parténope, estaban residiendo temporalmente en Florencia, ciudad donde Florence vino al mundo, en el seno de una familia inglesa acaudalada y liberal, para lo que era la época. Su abuelo materno, William Smith, fue parlamentario cristiano disidente, abolicionista de la esclavitud y simpatizante de la revolución francesa, y es de quien se dice que su nieta heredó su espíritu reformista. Los padres de Florence decidieron ponerle el nombre de la ciudad donde había nacido.
Apenas un año antes, habían hecho igual al elegir el nombre de su primera hija, nacida en Nápoles y cuyo nombre proviene del griego, de la primera fundación de la ciudad de Nápoles en la época de la Antigua Grecia, siglo VII A.C. Frances Parthenope Verney (1819 – 1890) fue una reconocida escritora y periodista inglesa. En 1858 se convirtió en la segunda esposa del baronet Sir Harry Verney quien le fuera presentado por su hermana. Fue conocida como Frances Parthenope Nightingale, Lady Verney, Parthenope Nightingale, Parthe, «Pop», Parthenope Verney y Lady Frances Verney.
Vuelta a Inglaterra
Su familia regresó a Inglaterra un año después de su nacimiento, estableciéndose en Derbyshire, en esta ciudad transcurrió su infancia y llevó a cabo sus estudios, recibió una esmerada educación de la cual parte importante la recibió en casa por su padre, un graduado de Cambridge, y siempre destacó en Ciencias y en particular en Matemáticas. Florence manifestó el amor a su padre en actos y cartas; fue su mejor amigo durante su infancia, sentía un cariño muy especial y éste duró toda su vida. Fanny, como familiarmente llamaban a su madre, nunca le manifestó ese gran cariño y Florence sabía que su favorita era su hermana Parthenope, pero de algún modo, la comprendía. Florence cuidó de su madre en su vejez, ciega y muy enferma hasta el día de su muerte, el 2 de febrero de 1880, a la edad de 92 años.
Frances Parthenope Verney (en pie) and Florence (sentada)
1836 by William White
Su llamada
Florence tenía una vocación religiosa tan intensa como su pasión por la ciencia llegando a sentir una llamada de Dios. En su diario se lee:
«Dios me ha hablado y me ha llamado a su servicio. La forma que este servicio tendrá es algo que la Voz no mencionó»
Con diecisiete años y tras su experiencia mística le llegó su vocación de ayuda a los que más sufrían y a los enfermos, pero sus padres se opusieron porque afirmaban que las mujeres de su clase social no debían trabajar. Florence estaba determinada, decidida a lo que quería dedicar su vida. Pese a proceder de una familia rica, renunció a su vida acomodada y guiada por sus convicciones religiosas se enfrentó a los prejuicios de la época para lograr una titulación que le permitiera cumplir con su llamada, consagrando su vida al cuidado de otros.
(HENRY HERING/WIKIMEDIA COMMONS)
Su formación
Florence fue educada más que muchas damas de su época. Su deseo fue estudiar matemáticas, a lo que sus padres se resistieron porque era mujer y en el año 1840, en la rígida sociedad victoriana, el papel de la mujer en el seno de una acomodada familia británica se limitaba a su vida social. Su determinación dio frutos y fue discípula privada de James Joseph Sylvester, un destacado matemático fundador del American Journal of Mathematics y al que se le atribuye conceptos matemáticos como “grafo”, “matriz” y “discriminante”. De jóven trabajó como tutora de niños en matemáticas, donde su método de enseñanza se basaba en el análisis, cuestionamiento y obtención de conclusiones.
Sus padres se opusieron rotundamente a que su hija siguiera una profesión destinada a los pobres y los sirvientes y lucharon con ella durante 10 años hasta que finalmente comprendieron que casar a su hija con un candidato acorde a su posición no sería posible. Florence se negó a casarse y dedicarse a la familia. Incluso su hermana Parténope, cuando en 1844 Florence había decidido dedicar su vida a la enfermería, se opuso firmemente a tal decisión, junto con la madre de ambas. Tras enfrentarse a toda su familia, a los cánones de la época y a todas las convenciones sociales impuestas a las jovencitas de familias adineradas, consiguió su propósito y finalmente se le permitió que cursara estudios de ciencias y matemáticas, recibiendo la formación que deseaba adquirir para su vocación.
Una casualidad le permitiría cumplir su sueño, la oportunidad se la brindó un viaje cultural a Egipto y Grecia. De regreso, Florence paró en un hospital en Alemania (según algunas fuentes, enfermó y fue atendida allí) en el hospital luterano de Kaiserswerth y allí conoció el trabajo de sus diaconisas. Decidió volver allí para aprender y, pese a la férrea oposición de su familia, tiempo después la joven volvió a Alemania para formarse en ese centro como enfermera, una decisión que le cambiaría la vida. Nightingale empezó a estudiar enfermería a partir de 1844, año en que su padre cedió y decidió pagar por la mejor educación para su hija. Fue a Salisbury a formarse como enfermera. En 1850 ingresó en el Instituto San Vicente de Paúl en Alejandría (Egipto) y posteriormente, asistió al Instituto para Diaconisas Protestantes de Kaiserswerth (Alemania). Florence acabó siendo la primera «Enfermera Profesional», tras mejorar el cuidado de los heridos en la guerra de Crimea y popularizar la formación de las mujeres en este oficio. Se convertió en una heroína nacional en la Inglaterra victoriana.
Su mascota «Atenea», un búho
En el Partenon de Atenas, Grecia 1850, un mochuelo cayó en manos de niños malvados. El pequeño búho fue visto por una joven que, segura de que estaba a punto de ser torturado, salvó al pajarito que tuvo la suerte de que la jove fuera Florence Nightingale, la enfermera británica cuyo nombre ahora es sinónimo de la palabra «misericordia». Nightingale rescató al pobre mochuelo, a quien llamó Atenea por la diosa griega de la guerra y la sabiduría. Fiel a su naturaleza, la enfermera cuidó amorosamente a Atenea, la alimentó a mano, la entrenó para hacer reverencias y la guardó a salvo en el bolsillo de su delantal. de 5 años de compañía, estalló la guerra en Crimea y Florence fue llamada a llevar sus habilidades de enfermería al campo. Una zona de guerra no es lugar para una mascota, por lo que Florence arregló que su amiga residiera en su ático durante su ausencia. Desafortunadamente, tras separarse de su cuidadora pronto murió y Forence que había estado ocupada preparándose para irse pero aún no se había marchado, estaba tan desconsolada que dispuesta a no separarse de su querida amiga tan rápidamente, retrasó su viaje y encontró un taxidermista para preservar a Athena para siempre. El Museo de Florence Nightingale, en Londres, es ahora el hogar permanente para Athena.
Texto de la Mascota de Florence proviene de Atlas Obscura