Abogado de los intereses de Londres en pleno divorcio con Europa, sostiene que la ruptura no ha acabado con el amor. Aterrizó en Madrid hace tres años para trabajar tendiendo puentes y descifrar de una vez por todas «el misterio de cuándo duermen los españoles»


FÁTIMA RUIZ


Madrid, 12 Agosto 2022

Desde el Brexit, un embajador británico en Europa es el abogado de la parte contraria en un divorcio. ¿Cómo lo lleva?

Pues el trabajo básico no ha cambiado nada, sigue siendo promover la relación y promocionar los intereses de mi país, que, afortunadamente, coinciden en gran medida con los de España.

¿Pero cuándo se van a firmar definitivamente los papeles de la separación? Porque esto se eterniza…

El acuerdo del Brexit está cerrado hace tiempo, primero con el pacto de retirada y, luego, con el de comercio y cooperación. Lo que pasa es que hay aspectos que se están arreglando aún, como es normal, porque el proceso es muy complejo.

Hay quien dice que el Reino Unido ha sido siempre un amante infiel de Europa, o por lo menos un poco fóbico al compromiso.

Cada país tiene una relación diferente y única con el mundo que tiene raíz en múltiples aspectos históricos y culturales. La del Reino Unido con los países de Europa es resultado de nuestra propia Historia, que es distinta a la de otras naciones. Pero en lo fundamental no hemos cambiado como pueblo, somos los mismos, con las virtudes e imperfecciones de siempre. Así que no hay divorcio de valores.

No le gusta la palabra.

Bueno, entiendo por qué se usa, pero, por ejemplo, como se ha visto con la invasión de Rusia en Ucrania, no hay diferencia entre la actitud de Londres y la de otros países de la UE en términos de solidaridad total con Kiev. Yo creo que eso demuestra que no hemos cambiado, que seguimos teniendo los mismos grandes valores democráticos.

Y en el caso de los ciudadanos, ¿han dado los británicos un poco la espalda a Europa?

Claro que no, España sigue siendo un lugar preferido para el turista británico. Estamos ya casi en niveles prepandemia (y 2019 fue un año récord). Lo mismo pasa con los turistas españoles en Reino Unido, esa movilidad no ha cambiado. El afecto, el interés y la curiosidad siguen siendo los mismos.

Hablando de turismo, ¿cómo ve que se asocie siempre al británico con la borrachera y el ‘balconing’?

Como un tópico, porque cuando vienen 19 millones de personas a un país, entre ellas hay todo tipo de personas. Yo trabajé en turismo antes de ser diplomático y creo que el británico es muy querido aquí, eso lo he podido constatar en mis visitas a Baleares, a la Costa del Sol… Ese prejuicio no refleja la realidad.

Acaba de dimitirnos Boris Johnson. ¿Qué balance hace de la relación de su Gobierno con España?

España ha tenido siempre una actitud muy constructiva, así que las relaciones son muy buenas, con muchos intereses comunes, desde en el ámbito de la defensa hasta el de la educación o las extraordinarias inversiones de empresas en ambos países… Con una relación comercial tan vibrante no es una sorpresa que la relación política sea muy buena.

Johnson no ha sido un ‘premier’ muy diplomático que digamos, ¿se lo ha puesto difícil a las embajadas?

No sería muy diplomático opinar sobre mi primer ministro, pero sí resaltaría su cariño por España y su gran espontaneidad. En la cumbre de la OTAN, por ejemplo, apreció mucho la estupenda labor de organización de España y, además, tuvo tiempo de pasarlo muy bien…

Ahí están sus imágenes en el museo del Prado.

Le gusta mucho el arte, sí.

¿Se marcha el ‘premier’ británico más fotogénico de la Historia?

Yo creo que los ciudadanos siempre agradecen que sus políticos sean naturales.

No le voy a preguntar por su quiniela sobre la sucesión, pero sea quien sea al heredero de Johnson, tiene enfrente un otoño caliente…

Tenemos un momento económico con muchos retos por el alza del coste de la vida o las presiones sobre la energía como resultado de la guerra de Ucrania. Creo que el Gobierno británico compartirá esos desafíos con el resto de Europa.

Usted llegó a la embajada en agosto de 2019. Meses después, se acababa el mundo por culpa de un virus. ¿Cómo llevó el confinamiento?

Como todos, la verdad. Tuvimos que tomar las decisiones día a día porque la pandemia era algo tan desconocido que en dos días hubo que adaptarse, por ejemplo, a la pantalla en la embajada y consulados.

¿Cómo se hace diplomacia por videollamada?

Hombre, para un diplomático trabajar en tres dimensiones es mejor que hacerlo en dos. Hay muchas cosas que se pueden hacer gracias a la tecnología, pero, para esta labor, se agradece mucho la relación personal. Y eso se desarrolla cara a cara, compartiendo experiencia.

Hubo un momento a mitad de la pandemia en que se teletrabajaba casi en pijama. ¿Ustedes se quitaron al menos la chaqueta?

Las relaciones internacionales requieren un protocolo, que está ahí para ayudar a encauzar cuestiones espinosas, pero es cierto que el mundo se está informalizando poco a poco y hay que aprovechar para relajarse de vez en cuando. Yo hoy no me he puesto corbata.

El embajador Hugh Elliott, en Madrid. ÁNGEL NAVARRETE

Usted conocía bien España cuando llegó a la embajada. ¿Le ha sorprendido algo en estos años?

La había recorrido a pie, en bici, en coche, en familia, como profesor, como guía turístico… La verdad es que no me he llevado grandes sorpresas, España sigue siendo un país muy acogedor. Pero una cosa que ha mejorado mucho, desde que vine la primera vez en el 84, son las carreteras, porque mi bici sufrió bastante entonces… Ahora la infraestructura es fantástica, de primer nivel, y Madrid, por ejemplo, ha crecido enormemente… Y, por supuesto, la gastronomía sigue siendo estupenda.

¿Un plato favorito?

Hay demasiados para elegir uno. Pero si algo encapsula la gastronomía española es la croqueta. De jamón. No hay nada mejor que una buena croqueta de jamón.

Veo que se ha adaptado bien a la comida. ¿Y a los horarios?

También, pero sigue siendo un misterio para mí cuándo duermen los españoles.

Esas cenas a medianoche…

Llevo unos años aquí, ya estoy curado de espanto.

¿Qué echa más de menos de Reino Unido? ¿El clima? ¿La lluvia?

Yo bajaría unos grados el termostato aquí.

La diplomacia tiene fama de oficio serio. Aburrido si me apura.

La diplomacia es la vida, la relación entre pueblos… Hay momentos formales y otros de diversión. A mí en julio me tocó ir a las fiestas de Huelva.