Batalla entre galeones españoles y holandeses, de Cornelis Verbeeck. (Foto: https://www.todoababor.es/ Royal Museum Greenwich, Londres).
Batavia (Yakarta), Indonesia, Natividad del Señor de 1645.
― Su excelencia, ¿cuáles son sus órdenes?
― ¿Está todo dispuesto?
― Sí, su excelencia, tal y como ha ordenado.
― Dígales a los hombres que partimos a finales de enero. Es hora de despojar a esos malditos españoles de las Islas Filipinas para mayor gloria de Holanda y de la Compañía de las Indias Orientales. (…)
GONZALO CASTELLANO BENLLOCH
HISTORIA Y CULTURA
LA ESPAÑA INCONTESTABLE
Julio 2023
Batavia (Yakarta), Indonesia, Natividad del Señor de 1645.
― Su excelencia, ¿cuáles son sus órdenes?
― ¿Está todo dispuesto?
― Sí, su excelencia, tal y como ha ordenado.
― Dígales a los hombres que partimos a finales de enero. Es hora de despojar a esos malditos españoles de las Islas Filipinas para mayor gloria de Holanda y de la Compañía de las Indias Orientales.
No habría mejor ocasión y el almirante Maarten Gerritsz Vries lo sabía. Los años anteriores habían sido aciagos para los habitantes de las islas. Las revueltas con los musulmanes, así como una serie de erupciones volcánicas y terremotos, habían ocasionado serias bajas entre la población. Para colmo, el comercio entre Asia y América se había visto truncado por una serie de desgraciados naufragios que habían mermado las fuerzas navales de los españoles en la región: la superioridad holandesa era aplastante, contando con 18 buques, 15 de los cuales eran galeones, frente a los 2 galeones de los españoles.
Vries decide dividir su escuadra en tres escuadrones a los que asigna diversas misiones con el mandato de converger en la bahía de Manila una vez superada la época de monzones. El primer escuadrón debía perturbar el comercio entre China y las Filipinas, a la vez que debían persuadir a la población nativa para que se levantara contra la monarquía hispánica a cambio de una futura independencia. El segundo escuadrón tenía por objetivo capturar las riquezas que transportaba el “Galéon de Manila” y finalmente, el tercero, debía cortar las posibles rutas por las que los españoles pudieran eventualmente recibir refuerzos.
El primer escuadrón fue divisado por primera vez el 1 de febrero de 1646 en Ilocos y Panagisán. Los holandeses desembarcaron y como estaba ordenado, intentaron convencer a la población de un levantamiento. La propuesta fue tajantemente rechazada lo que provocó que los holandeses descargaran su furia saqueando varias poblaciones. La llegada de unas compañías españolas ahuyentó a los holandeses que volvieron a embarcar. El gobernador español, Fajardo, al enterarse de la presencia de la flota holandesa, convoca un consejo de guerra con el fin de organizar la defensa. Los dos Galeones disponibles, Encarnación (que hacía de capitana) y Rosario (que hacía de almiranta), son puestos a punto y se otorga el mando de la flota a Lorenzo Ugalde de Orellana.
Se producirían a continuación una serie de 5 combates navales que acabarían siempre con la victoria de la reducida escuadra española.
Primer Combate: Cabo Bolinao, 15 de marzo
Los galeones españoles habían partido de Cavite el día 3 del mes en busca de la flota holandesa que había sido divisada cerca de la isla Mariveles. Al llegar a su destino y no encontrar a los holandeses decidieron continuar rumbo norte hasta que el día 15, la Encarnación, que navegaba algo adelantada, lanzó dos cañonazos para informar al Rosario de que los ha encontrado. Se inició así un combate entre ambas escuadras que duró algo más de 5 horas y tras la cual, los holandeses pusieron pies en polvorosa amparados por la oscuridad y habiendo apagado los faroles. Los españoles comenzaron la persecución, pero con la luz del nuevo día, quedó claro que los habían perdido, de modo que Ugalde ordena retirarse a Bolinao para reparar los pacos daños sufridos.
Poco después de estos sucesos, Fajardo ordena a Ugalde que se prepare para proteger al Galeón de Manila que debe estar por llegar. Ugalde se desplaza hasta recaer en el puerto de San Jacinto en la isla de Ticao donde es sorprendido por el segundo escuadrón holandes que inicia un bloqueo naval para impedir su salida. Ugalde decide que deben esperar en puerto y manda desembarcar a 150 soldados y algunos cañones para defender su retaguardia, ya que, existía un riesgo real de que se formara una cabeza de playa que lo permitiera.
Esa noche, los holandeses se aproximaron con cuatro embarcaciones a las que se le permitió, desde las posiciones defensivas españolas, desembarcar. Una vez lo hicieron, una descarga de fusilería generó el caos entre los atacantes que fueron duramente diezmados. Durante el siguiente mes, los holandeses serían rechazados en varias ocasiones hasta que finalmente deciden abandonar el bloqueo y poner rumbo a Manila.
Ugalde, creyendo que el Galeón de Manila habría recalado en algún puerto cercano, ordena partir para enfrentarse al enemigo. No sabía que el Galéon había chocado contra las rocas y se había hundido unos días antes, aunque, afortunadamente, se habían logrado salvar los caudales, la tripulación y una parte de la carga.
Segundo Combate: Marinduque, 29 de julio.
Las fuerzas españolas alcanzan a la flota holandesa dándose inicio a un nuevo combate. En la oscuridad de la noche, la Encarnación se ve rodeada por siete buques holandeses lo que da lugar a un violento intercambio de metralla. Por su parte, el Rosario, más alejado, se permite disparar con comodidad lo que se tradujo en importantes destrozos en cascos y arboladuras.
Al despuntar los primeros rayos de luz, los holandeses, ante el importante número de bajas en sus fuerzas, tocan a retirada. Los españoles únicamente han perdido cinco hombres.
Tercer Combate: Mindoro, 31 de julio.
Los dos galeones españoles continúan con su acoso a la flota holandesa, dándole de nuevo alcance dos días después, lo que da inicio al tercer combate entre ambas flotas. El resultado, sería idéntico a los anteriores, con la novedad de que su buque insignia sería, esta vez, gravemente dañado. La frustración en la escuadra holandesa es ya patente y en Manila, se empieza a hablar del milagro español, ya que resulta incomprensible que una fuerza en clara inferioridad numérica esté dominando el campo de batalla.
Fajardo al enterarse de este combate, solicitó a Ugalde que fuera a Cavite para realizar reparaciones, siendo la tripulación recibida en Manila como héroes.
Cuarto Combate: Cabo Calavite, 16 de septiembre.
Los españoles habían decidido enviar un galeón (San Diego), botado y alistado ese mismo año, con mercancías con destino a Acapulco. Este navegaba sin protección ya que, la Encarnación y el Rosario debían permanecer protegiendo la zona, amén de que aún estaban en malas condiciones y pasando por las pertinentes reparaciones. El galeón, avistó a tres buques holandeses al poco de salir, por lo que puso de nuevo rumbo a Cavite para buscar protección. Fajardo ordena completar las reparaciones con la mayor celeridad posible y los tres buques son armados en guerra. Se nombra en esta ocasión como almirante a Agustín de Cepeda.
El cuarto combate daría inicio a las 16h del 16 de septiembre. Los españoles, que navegaban contra el viento, tuvieron dificultades para maniobrar y aproximarse al enemigo. El Rosario, comandada por Cepeda, por el contrario, se ve arrastrada por las corrientes hacia el enemigo que rápidamente lo rodea dando lugar a un violento combate. Los daños en la almiranta son grandes y cuando parece todo perdido, Cepeda ordena cesar el fuego. Los holandeses interpretaron que la situación de la nave almiranta española era dramática y se lanzaron a un abordaje. Cuando se encontraron a tiro de pistola, Cepeda ordena fuego por dos bandas, barriendo así las cubiertas del enemigo que no tuvieron más opción que retirarse. Tras el combate, el Galeón San Diego fue fondeado en la costa de Mariveles ya que se había demostrado en la batalla que navegaba mal, desgraciadamente no había habido ocasión de probarlo con anterioridad dada su reciente construcción.
Quinto Combate: Corregidor, 6 de octubre.
Los holandeses decidieron intentar una última ofensiva contra los buques españoles resguardados en Mariveles. Sin embargo, la Encarnación logró generar grandes daños en las 4 horas que duró el combate. Tanto fue así, que la capitana holandesa se salvó milagrosamente de ser hundida cuando el viento, que había estado en calma, arreció lo suficiente para facilitar su huida.
El resultado de estos combates para el bando holandés fue de dos buques hundidos y el resto seriamente dañados con un total de 500 fallecidos. En el bando español, ningún barco perdido y 20 hombres muertos.
Estas victorias fueron atribuidas a la intercesión de la sagrada madre del Rosario, bajo el título de Nuestra Señora de la Naval de Manila. Las victorias fueron declaradas milagrosas por la Archidiócesis de Manila en 1652 lo que daría lugar a numerosas festividades: desde abril de 1662, cada segundo domingo de octubre, se celebra en Manila la fiesta de nuestra señora de la Naval, que conmemora la heroica actuación de los españoles (que eran peninsulares y nacidos allí) en defensa del archipiélago.
Filipinas, seguiría siendo España 250 años más.
¡Gloria y Honor!
Gonzalo Castellano y Benlloch