XXIV FORO HISPANO BRITÁNICO
«Historia de las relaciones hispano-británicas en la Edad Moderna y Contemporánea»
DRA. LAURA LARA MARTÍNEZ
Profesora de Historia Contemporánea, UDIMA
Historiadora del programa “Todo es mentira” en Cuatro
Escritora, Premio Algaba
Resumen
En el primer tercio del siglo XX España y Reino Unido vivieron dos procesos paralelos en lo que a la monarquía se refiere. Los primogénitos de los dos países regidos por Alfonso XIII y Jorge V tuvieron que abdicar por contraer matrimonio con mujeres que no pertenecían a la aristocracia. Dos decisiones con efectos significativos en el corto plazo y en el futuro. Pues, aunque el 14 de abril de 1931 Alfonso XIII tendría que partir hacia el exilio y en España se proclamaría la Segunda República, en 1933 los derechos dinásticos pasarían a otro de sus hijos, don Juan, y en 1975, en la transición a la democracia, la monarquía regresaría a España con su nieto Juan Carlos I. En Reino Unido, después de llegar al trono Jorge VI, por la abdicación presentada por su hermano Eduardo VIII en 1936, a su muerte, lo relevaría su hija, Isabel II.
Palabras clave
Abdicación, siglo XX, trono
Abstract
In the first third of the 20th century, Spain and United Kingdom experienced two parallel processes in their monarchies. The first-born of the two countries, whose kings were Alfonso XIII and Jorge V, had to abdicate. The cause was to marry women who did not belong to the aristocracy. These two decisions would have significant effects in the short term and in the future. On April 14, 1931, Alfonso XIII would have to go into exile because the Second Republic was proclaimed in Spain. In 1933 the dynastic rights would pass to another of his sons, don Juan. And in 1975, in the transition to democracy, the monarchy would return to Spain with his grandson, Juan Carlos I. In the United Kingdom, after the abdication presented by his brother Edward VIII in 1936, George VI came to the throne. Upon his death, he would be relieved in 1952 by his daughter, Elizabeth II.
Key words
Abdication, 20th century, throne
1. Alfonso de Borbón y Battenberg
Dramáticamente, a lo largo de la Historia, el ser mujer ha sido motivo de exclusión en el relevo al trono si había un pariente varón. Cuando el 10 de mayo de 1907 nacía Alfonso de Borbón y Battenberg en el Palacio Real de Madrid, sus padres, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, se sintieron pletóricos porque era niño y los españoles veían garantizada la sucesión.
Alfonso XIII era el hijo póstumo de Alfonso XII, fallecido a los 28 años a causa de la tuberculosis. Su madre, M.ª Cristina de Habsburgo-Lorena, había ejercido la regencia hasta 1902, en que Alfonso XIII fue proclamado mayor de edad, con 16 años. El 31 de mayo de 1906 el soberano español se había casado con la nieta de la reina Victoria de Inglaterra, la emperatriz de la India. Una boda que se vio salpicada de sangre por el atentado perpetrado por Mateo Morral en Madrid al paso del cortejo nupcial.
Victoria Eugenia trató de adentrarse muy pronto en las costumbres españolas y se convirtió al catolicismo.
Así empezaba la fórmula mediante la cual la princesa británica Victoria Eugenia de Battenberg, Ena, abjuró de la fe anglicana en la que había sido bautizada para así poder contraer matrimonio con el rey Alfonso XIII, del que se había enamorado perdidamente a raíz del viaje del monarca a Londres en 1905.
El paso del anglicanismo al catolicismo de Ena, como era llamada familiarmente, fue la culminación del enrevesado proceso religioso y diplomático que, en principio, pretendía lograr el matrimonio del joven rey de España con la princesa Patricia, prima hermana de Victoria Eugenia e hija del príncipe Arturo de Gran Bretaña pero con categoría dinástica superior, pues ostentaba el rango de alteza real, frente al de alteza serenísima de Ena. La dinastía Battenberg era una rama morganática de la casa de Hesse que había vuelto a ser admitida en los círculos regios después de varios matrimonios de alcurnia. Entre ellos se hallaba el enlace de Enrique, padre de Victoria Eugenia, con la princesa Beatriz de Gran Bretaña. La princesa Patricia marcó de inmediato distancias con el soberano español y, sin embargo, en los banquetes y recepciones oficiales del viaje de Alfonso XIII surgió el idilio con Ena.
Durante el siglo XIX, España había sufrido 3 guerras carlistas precisamente porque, en 1833, a la muerte de Fernando VII, los partidarios de su hermano Carlos M.ª Isidro no reconocían como reina a la hija de aquel, Isabel II, de 3 años. Y, cuando parecía estar resuelto el relevo generacional, llegó el drama de la hemofilia, una enfermedad sin tratamiento alguno a principios del siglo XX, que padecían muchas familias reales en Europa.
A través de descendientes de la reina británica Victoria, la hemofilia llegó a las cortes de casi toda Europa. Uno de los casos más famosos fue el del zarevich Alekséi Nikoláyevich Románov, fusilado junto al resto de su familia el 17 de julio de 1918 en Ekaterimburgo, cuando apenas contaba 13 años, y tras padecer una existencia limitada por la enfermedad. Su madre, Alejandra, la esposa de Nicolás II, había nacido como princesa alemana en 1872, apenas dos años después de que Bismark culminara el proceso unificador y era nieta también de la reina Victoria, por ser hija de la princesa Alicia del Reino Unido.
La hemofilia convertía a sus portadores en hombres de cristal. Alfonso de Borbón y Battenberg creció pálido y ojeroso. Aunque no existe consenso del momento en que se descubrió que era hemofílico, se piensa que fue en el momento en que el médico de la Corte le aplicó un pequeño corte para circuncidarlo, tal como era costumbre con los varones de la Familia Real. A partir de ese hecho, su círculo tenía miedo de que se desangrara.
Alfonso XIII culpaba a su esposa de haber introducido la desgracia en la dinastía. Un trastorno hemorrágico hereditario que no padecen las mujeres pero sí la transmiten; dos de los hermanos de la reina eran hemofílicos igualmente. Todo el mundo esperaba que el príncipe heredero fuera alguien fuerte y sano al que se le pudiera educar para asumir la responsabilidad de llevar las riendas del reino, pero Alfonsito no pudo criarse como un niño más.
El exceso de cuidados hacia su persona le dieron el apodo de “El Intocable” y las fakes news, los bulos, corrieron aunque el único medio de comunicación que había era el periódico. Se propagó el rumor en Madrid cada día de que cada día se sacrificaba a un pequeño para alimentar con su sangre al príncipe, como si de un vampiro se tratara, lo cual era rotundamente falso.
Después de don Alfonso, el 23 de junio de 1908 nació en el Palacio de la Granja de San Ildefonso (Segovia) don Jaime, el segundo hijo de Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Luego vendrían al mundo Beatriz, María Cristina, Juan (futuro don Juan, conde de Barcelona y padre del rey Juan Carlos I) y Gonzalo. Sin embargo, tampoco Jaime se crió sano, pues adquirió una infección en el oído interno, posiblemente en el mismo trance del alumbramiento, por lo que empezó a perder audición de manera progresiva hasta convertirse en sordo total a la edad de 4 años después de una operación para intentar curar una mastoiditis, una infección de la apófisis mastoides o hueso mastoideo del cráneo, el cual se halla localizado detrás de la oreja.
A partir de este suceso, don Jaime comenzaría una lucha para superar la discapacidad, mientras sus padres se afanaban en vano en encontrar alguna solución médica. Con el tiempo, el Infante, que desarrolló la habilidad de leer los labios, fue capaz de entender 3 idiomas, además del español: el francés, el inglés y el alemán.
Con 13 años Alfonso entró en el Ejército, si bien de forma honorífica. A los 15 años, el príncipe comenzó su preparación como guardiamarina de la Armada, pero bastantes horas las tenía que pasar en la cama o en estado de reposo. Desde luego, su interés por la política y los asuntos de Estado era nulo.
A medida que crecía, se incrementó su distancia con Alfonso XIII. Al cumplir la mayoría de edad, decidió independizarse y alejarse de las miradas de miedo que le profesaban todos los empleados de Palacio. En los montes de El Pardo ordenó que le habilitaran el Palacete de la Quinta, dedicándose a la agronomía.
No obstante, como heredero tenía altas obligaciones y, la principal, era contraer matrimonio. Alfonso de Borbón estaba prendado de Cäcilie zu Salm-Salm, prima lejana suya, que no le correspondía. En 1929 Alfonso XIII hizo gestiones diplomáticas para casarlo con la princesa Elena, hija de la reina María de Rumanía, prima de Ena, pero no lo consiguió. En 1930 fue nombrado teniente de navío y realizó un viaje a Suiza utilizando el título de conde de Covadonga, distinción que usaría después de renunciar a los derechos.
El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República y la Familia Real salió hacia el exilio. Alfonso fue trasladado hasta el tren en endebles camillas con el temor de que sufriera alguna herida mortal. A continuación, los reyes enviaron a su hijo a un sanatorio cerca de la ciudad suiza de Lausana. Allí conocería Alfonso de Borbón y Battenberg a una joven burguesa hija de hacendados cubanos, Edelmira Sampedro Ocejo, de la que se enamoró. Por las venas de esta isleña corría sangre asturiana, a través de su abuela Edelmira Margarita Turro Rivera.
El 11 de junio de 1933, Alfonso de Borbón renunció formalmente para así y sus descendientes, en caso de tenerlos, a sus derechos a la corona de España. Mantuvo el tratamiento de Alteza Real y conservó el título de conde de Covadonga.
Días después, Alfonso y Edelmira se casaron en una sencilla ceremonia en Lausana, a la que no fue Alfonso XIII, que jamás aceptó aquellas nupcias. Sí asistieron Victoria Eugenia y sus hijas, las infantas Beatriz y Cristina. El matrimonio duró 2 años. Se instalaron en París y disfrutaron de una vida de excesos como si la dolencia de él se hubiera esfumado. Pasado ese intervalo, Edelmira decidió regresar a Cuba.
Edelmira Sampedro, condesa de Covadonga Alfonso de Borbón y Battenberg
Como Alfonso se encontraba enamorado de Edelmira, no dudó en cruzar el charco para convencer a su mujer. Volvieron a disfrutar de algunos días apacibles hasta 1936, cuando el príncipe experimentó un bache de salud. Justo cuando en España se iniciaba la Guerra Civil, Edelmira abandonó para siempre al primogénito de Alfonso XIII y consiguió el divorcio.
Afincado en Estados Unidos, donde vivía con la pensión vitalicia que le había asignado su padre, el conde volvió a casarse poco después, el 3 de julio de 1937, con otra señora cubana, Marta Esther Rocafort Altuzarra (1913-1993), modelo de alta costura en Nueva York e hija de un dentista de La Habana. Pero tampoco duró mucho la dicha, pues se separaron el 8 de enero de 1938.
Alfonso vivió los siguientes meses entre mujeres y cabarets, retractándose incluso de su renuncia a los derechos al trono español en la primavera de 1938. El conde de Covadonga falleció víctima de una hemorragia interna, a consecuencia de un accidente de automóvil. Murió en el hospital Gerland de la ciudad de Miami, el 6 de septiembre de ese mismo año. El 25 de abril de 1985, y por orden de su sobrino, el rey Juan Carlos I de España, sus restos fueron trasladados al Panteón de Infantes del monasterio de El Escorial. A la despedida de los restos en Miami acudió la que fuera su primera esposa, Edelmira Sampedro.
Alfonso XIII fallecería en Roma el 28 de febrero de 1941 pero, antes, al renunciar su hijo Alfonso al trono, le pidió a Jaime, a causa de la sordera, que hiciera lo mismo, y este cumplió el mandato el 23 de junio de 1933. Los derechos sucesorios quedaron en el príncipe Juan, completamente sano. El monarca decidió casar a Jaime (ahora duque de Segovia) con la noble franco-italiana Emanuela de Dampierre (1913-2012), hija del vizconde de Dampierre (1892-1975). El matrimonio, de carácter morganático, se celebró el 4 de marzo de 1935 en Roma. La pareja tendría dos hijos: Alfonso (1936-1989) y Gonzalo (1937-2000).
Con sospechas de infidelidad por ambas partes, el matrimonio de Jaime y Emanuela tocó a su fin. Jaime y Emanuela de Dampierre se divorciaron el 6 de mayo de 1947 en Bucarest, siendo reconocido el divorcio por el Tribunal de Apelación de Turín el 3 de junio de 1949, pero no en España. El 3 de agosto de 1949, Jaime de Borbón se casó civilmente en Innsbruck con una cantante de ópera, Charlotte Luise Auguste Tiedemann, que estaba dos veces divorciada y era madre de una hija.
Don Jaime moriría el 20 de marzo de 1975 en San Galo (Suiza). Según la versión oficial, sufrió una caída en plena calle mientras paseaba a su perro, lo que le provocó heridas fatales. Sin embargo, expertos como José María Zavala, señalan que habría sido agredido con una botella por su esposa, provocándole una fractura de cráneo que le causó la muerte tras varios días de agonía.
En primera instancia los restos mortales de don Jaime fueron depositados en el cementerio de Bois de Vaux en Lausana. Diez años más tarde serían trasladados al Panteón de Infantes del Monasterio de El Escorial, en Madrid.
2. Eduardo VIII
A la defunción de Victoria, en 1901, llegó al trono su hijo, Eduardo VII, que dio nombre a otra etapa, la época “eduardiana”, caracterizada por los cambios sociales y tecnológicos, como el surgimiento del socialismo y el vuelo con motor. Este monarca reformó los servicios médicos del ejército y fomentó las buenas relaciones de Gran Bretaña con otras naciones, sobre todo con Francia, por lo que fue conocido como “El Pacificador”.
Al fallecer, el 6 de mayo de 1910, lo sucedería su hijo Jorge V, quien manifestó ante el luctuoso hecho: “He perdido a mi mejor amigo y al mejor de los padres”. Reinó durante la Primera Guerra Mundial y, precisamente, por decreto emitido el 17 de julio de 1917, renombraría la dinastía como Windsor. Lo hizo para evitar el origen germánico del apellido anterior, Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha, ya que Berlín y Londres eran rivales en el conflicto. En 1924, designó por vez primera un primer ministro laborista y, en 1931, el estatuto de Westminster reconoció los dominios del Imperio como reinos independientes dentro de la Mancomunidad Británica de Naciones.
Jorge V muere el 20 de enero de 1936. Asumirían la corona consecutivamente sus dos hijos pues, ante la decisión de Eduardo VIII de contraer matrimonio morganático con la divorciada Wallis Simpson, tuvo que abdicar en su hermano, Jorge VI.
Wallis Simpson (1896-1986) Eduardo VIII
Eduardo VIII (Londres, 23 de junio de 1894-París, 28 de mayo de 1972) fue el titular del Reino Unido y de los dominios de la Mancomunidad Británica desde la muerte de su padre, el rey Jorge V, acaecida el 20 de enero de 1936, hasta su abdicación, el 11 de diciembre del mismo año.
A la muerte de la reina Victoria, cuando sus padres, Jorge V y María de Teck habían recorrido el Imperio británico, Eduardo y sus hermanos se quedaron en Gran Bretaña con sus abuelos, la reina Alejandra y el rey Eduardo VII, que acostumbraban a colmar de afecto a sus nietos.
Después de formarse con preceptores particulares, tras dos años en el instituto educativo de Osborne, Eduardo se trasladó al Real Colegio Naval de Dartmouth. El plan era que pasara allí dos años, para luego ingresar en la Marina Real. No obstante, Eduardo se convirtió automáticamente en duque de Cornualles y en duque de Rothesay cuando, el 6 de mayo de 1910, Jorge V ascendió al trono, tras la muerte de Eduardo VII.
Un mes después de cumplir 16 años, Eduardo fue designado príncipe de Gales. Sirvió como guardiamarina durante tres meses a bordo del acorazado HMS Hindustan y entró en el Magdalen College de la Universidad de Oxford, aunque su preparación intelectual fue baja ya que, después de ocho trimestres, no recibió ningún tipo de credenciales académicas. El 13 de julio de 1911 fue investido oficialmente como príncipe de Gales en una ceremonia en el castillo de Caernarfon.
En su juventud sirvió en la Primera Guerra Mundial, realizó varias giras por el extranjero en representación de Jorge V, y fue asociado con una sucesión de mujeres casadas, de mayor edad que él.
Unos meses antes de iniciar su reinado, Eduardo causó una crisis constitucional cuando le propuso matrimonio a la estadounidense Wallis Simpson, que se había divorciado dos veces. Los primeros ministros del Reino Unido y los dominios se opusieron al matrimonio, argumentando que el pueblo nunca la aceptaría como reina. Eduardo sabía que el gobierno encabezado por el primer ministro británico, Stanley Baldwin, no aceptaría que los planes de matrimonio siguieran adelante, lo cual obligaría a convocar nuevas elecciones generales.
La estadounidense Wallis fue registrada al nacer como Bessie Wallis Warfield y, más tarde, por sus bodas, sería llamada Wallis Spencer y Wallis Simpson. Después de haberse divorciado dos veces, se casó en terceras nupcias con Eduardo VIII.
El padre de Wallis murió poco después del nacimiento de ella. Junto a su madre viuda, la niña recibió el apoyo de algunos parientes ricos. Su primer matrimonio, con un oficial de la Marina de los Estados Unidos, se caracterizó por varios períodos de separación y finalmente terminó en divorcio.
En 1934, durante el transcurso de su segundo matrimonio, supuestamente se hizo amante de Eduardo, por entonces príncipe de Gales. Dos años más tarde, después de la muerte de Jorge V y del ascenso al trono de Eduardo VIII, Wallis se divorció de su segundo marido y Eduardo le propuso matrimonio. El deseo del rey de contraer nupcias con una mujer que tenía dos ex maridos vivos provocó las críticas.
En lugar de renunciar a la señora Simpson, Eduardo decidió abdicar en diciembre de 1936. Se casaron en el castillo de Candé (Francia) el 3 de junio de 1937. Ningún miembro de la familia real británica asistió a la boda. El 12 de diciembre de 1936, en la reunión de adhesión del Consejo Privado del Reino Unido, Jorge VI anunció que iba a convertir a su hermano en “Su Alteza Real el duque de Windsor”. Hubo un arduo debate y, finalmente, Wallis fue reconocida como la duquesa de Windsor, pero sin el tratamiento de Su Alteza Real.
Eduardo fue sucedido por su hermano menor, Alberto, que eligió usar el nombre de Jorge VI. Con un reinado de solo 325 días, Eduardo fue uno de los monarcas de más corta duración en el trono en la historia del Reino Unido y nunca llegó a ser coronado.
En 1937 Eduardo VIII visitó la Alemania nazi, donde Wallis y él fueron recibidos como auténticos jefes de Estado, lo que causó estupor en Buckingham por el lance diplomático y porque Reino Unido uno de los baluarte de la democracia occidental.
Durante la Segunda Guerra Mundial fue destinado en un primer momento con la Misión militar británica a Francia pero, debido a que mantenía simpatías pronazis, fue enviado a las Bahamas como gobernador. Después de la contienda, nunca se le dio otro cargo oficial y pasó el resto de su vida en el retiro.
En el transcurso de las décadas de 1950 y 1960, la pareja vivió entre Europa y Estados Unidos, disfrutando de una vida de ocio como celebridades sociales. No obstante, surgieron rumores de que ella tenía otros amantes. En un artículo publicado en Washington Post el 8 de junio de 1986, los temperamentos de Wallis y Eduardo fueron presentados como “Alicia en el País de las Maravillas” y “Peter Pan”.
Al morir el duque en 1972, Wallis se recluyó y casi no volvió a ser vista en público. Su vida privada fue la fuente de múltiples especulaciones y todavía sigue siendo una figura controvertida en la historia británica. Sobre Wallis Simpson existe una leyenda negra, que la presenta como ninfómana y manipuladora, y una leyenda rosa, que indica que fue una mujer elegante, que no quiso que Eduardo abdicara y que estuvo a su lado hasta el final aunque la convivencia no era lo más agradable en la etapa postrera por el carácter de él. El caso es que Wallis solo consiguió ser aceptada por su familia política tras su muerte, al permitir que fuera enterrada en Windsor, en el panteón real junto a su marido.
Wallis murió en su casa en el Bois de Boulogne de París el 24 de abril de 1986. Su funeral se celebró en la Capilla de San Jorge en el castillo de Windsor y contó con la asistencia de sus dos cuñadas: la reina madre y la princesa Alicia, duquesa de Gloucester, de Isabel II, de Felipe, príncipe de Edimburgo, de Carlos y de Diana de Gales. Fue sepultada junto a Eduardo en el cementerio real cercano al castillo de Windsor, como “Wallis, duquesa de Windsor”.
La familia real británica apenas recibió herencia por su parte. Aunque en su existencia no se había volcado en realizar obras de caridad, la mayor parte de su legado fue destinada a la fundación para la investigación médica del Instituto Pasteur. En 1987 la colección de joyería de Wallis recaudó 45 millones de dólares para el instituto en una subasta. Por la ayuda que Francia le brindó suministrándole domicilio, pasaron al Estado francés la colección de muebles estilo Luis XVI. El empresario egipcio Mohamed Al-Fayed adquirió gran parte del patrimonio no financiero, incluyendo el usufructo de la mansión de París, si bien vendió la mayor parte de la colección en 1998, un año después de la muerte de su hijo en el accidente automovilístico en el que también pereció Diana. La venta recaudó más de 14 millones de libras para fines solidarios.
Jorge VI padecía problemas de tartamudez. Estaba casado con Isabel Bowls-Lyon, joven de la nobleza escocesa. Durante su reinado, tuvo lugar la Segunda Guerra Mundial. En la cuarta década del siglo XX, los medios de comunicación se encontraban en pleno apogeo y, a diferencia de sus predecesores, los vecinos esperaban que se dirigiera a ellos por la radio. Mientras tanto, la imagen que los nazis tenían de Jorge VI era la de un monigote. La dificultad en la fluidez del habla fue para este dignatario una auténtica agonía. No obstante, para superar ese obstáculo en su profesión, se puso en manos de un logopeda, Lionel Logue, siendo un ejemplo de autosuperación.
Jorge VI falleció a consecuencia de un cáncer de pulmón en Sandringham el 6 de febrero de 1952, y fue enterrado en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor. Desarrollaba su segundo mandato como primer ministro Winston Churchill. A Jorge VI lo sucedió su hija, Isabel II. El 21 de abril de 1926 había nacido en Londres Elizabeth Alexandra Mary, la hija mayor de los duques de York, que después serían los reyes Jorge VI e Isabel. Durante la Segunda Guerra Mundial, la futura Isabel II colaboró realizando funciones públicas en la rama femenina del Ejército británico, el Servicio Territorial Auxiliar.
En 1947 contrajo matrimonio con el príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, con quien tuvo cuatro hijos: Carlos, Ana, Andrés y Eduardo. Cuando su padre murió, ella, con 25 años, se convirtió en jefa de la Mancomunidad de Naciones. Su coronación, en 1953, fue la primera televisada, y sucedió por voluntad expresa de Isabel II, pese a las reticencias de Churchill.
Durante las celebraciones organizadas ante este hecho histórico, en la Royal Opera House, de Londres, se estrenó la ópera Gloriana, con música de Benjamin Britten y libreto en inglés de William Plomer. Coincidencias de la vida porque, en España, a Isabel II también le compusieron una ópera, La conquista de Granada. El autor de la música fue Emilio Arrieta, y del libreto, el italiano Temistocle Solera. Fue estrenada, en el teatro del Real Palacio, el 10 de octubre de 1850, con motivo del vigésimo cumpleaños de la reina.
La corona británica es una institución de tipo constitucional, cuyo titular es soberano de Reino Unido. Las instituciones clave son el Parlamento, el Primer Ministro y el Gabinete. Los poderes de la monarquía siguen siendo muy amplios. Muchos de ellos no los ejerce personalmente el rey, los ejecutan ministros. Ejemplo de lo antedicho lo constituye la potestad para la expedición de pasaportes. Algunos poderes mayores los ejerce nominalmente el propio monarca, actuando bajo consejo del Primer Ministro y del Gabinete. Es el caso de la facultad para disolver al Parlamento. Pero la Corona no puede crear nuevos poderes prerrogativos.
Como hemos manifestado, Isabel II también posee el título de Gobernante Supremo de la religión oficial, la Iglesia de Inglaterra, aunque en la práctica el liderazgo espiritual corresponde al arzobispo de Canterbury.
La Mancomunidad de Naciones (en inglés, Commonwealth of Nations) es una organización compuesta por 53 países soberanos independientes y semiindependientes. Tiene sus orígenes en la Conferencia Imperial de 1930, cuando el gobierno británico reconoció ciertos derechos de autodeterminación de sus colonias, culminando los trabajos con el Estatuto de Westminster en 1931. Isabel II es la cabeza de la Commonwealth, «símbolo de la libre asociación de sus miembros».
Isabel II es la soberana con el reinado más longevo. Solo la superan dos varones: Bernhard VII de Lippe “El Agresivo”, que estuvo 81 años y 234 días en el trono (1429-1511). Y Shobuza II de Suazilandia, que fue rey durante 82 años y 254 días (1899-1982).
Alfonso y Eduardo (tíos respectivamente de Juan Carlos I y de Isabel II, cuyas renuncias les abrieron a ellos el camino al trono) fueron primogénitos que renunciaron al trono por amor, bien antes de llegar o durante el reinado. Sus vidas sentimentales captaron la atención internacional en un tiempo en el que el acceso por matrimonio a la corona, como consorte, estaba reservada a la aristocracia. Los dos pagaron un peaje que en el siglo XXI no se exige para acceder al trono; ambos descendían de la reina Victoria, conocida como la abuela de Europa.
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